TIPOS
EL TIPO EXTRAVERTIDO
La disposición general de la conciencia es cosa sabida que
cada cual se orienta según los datos que el mundo exterior le suministra. Sin
embargo, advertimos que esto ocurre de modo más o menos decisivo. Ej. Uno
admira al nuevo tenor porque todo el mundo le admira, mientras otro no le
admira, no porque le disguste, sino porque cree que lo que todos admiran no es
necesariamente digno de ser admirado, ni mucho menos. El primero se orienta según
las cosas exteriormente dadas, mientras el segundo se reserva un punto de vista
que se interpone entre él y lo objetivamente dado. Pues bien, cuando predomina
la orientación según el objeto y lo objetivamente dado, de modo que las más
frecuentes y principales decisiones y acciones están condicionadas, no por
puntos de vista subjetivos, sino por circunstancias objetivas, cuando esto
ocurre, hablamos de disposición extravertida. Si ésta es habitual hablamos de
tipo extravertido. Quien así piensa, siente y obra, en una palabra: quien vive
directamente de acuerdo con las relaciones objetivas y sus requerimientos, vive
de tal manera que evidentemente el objeto representa en su conciencia como magnitud
determinante un más importante papel que su punto de vista subjetivo. Claro que
tiene opiniones subjetivas, pero su fuerza determinante es menor que la de las
condiciones exteriores objetivas.
EL PENSAR:
Consecuente con la disposición extravertida de conjunto se
orienta el pensar en el sentido del objeto y de los datos objetivos. De esta
orientación del pensar resulta una clara peculiaridad.
El pensar en general se alimenta por una parte en fuentes
subjetivas, a la postre inconscientes, y por otra parte se nutre de los datos
objetivos transmitidos por las percepciones sensibles. El pensar extravertido
está determinado en mayor medida por estos últimos factores que por los
primeros, el pensar extravertido en modo alguno necesita ser un pensar de
hechos puramente concretos, sino que puede ser muy bien un pensar ideal
puramente en cuanto pueda probarse que las ideas con que se piensa, en su mayor
parte, son tomadas del exterior, es decir, que se trata de ideas transmitidas
por la tradición, por la instrucción, por el proceso educativo.
EL TIPO SENTIMENTAL EXTRAVERTIDO.
En cuanto innegablemente el sentimiento constituye una más
evidente peculiaridad de la psicología femenina que el pensar, encontramos los
más definidos tipos sentimentales en el sexo femenino.
Cuando el sentir extravertido se atribuye la primacía, hablamos
de un tipo sentimental extravertido. Los ejemplos que me vienen a Ja memoria
concernientes a este tipo se refieren, casi sin excepción, a mujeres. Este tipo
de mujeres vive guiándose por su sentimiento. Este sentimiento, como
consecuencia de la conciencia. En casos no extremados tiene el sentimiento una
función que ha logrado acomodarse, sometiéndose al control de la conciencia. En
casos extremados tiene el sentimiento carácter personal, aunque lo subjetivo
haya sido reprimido ya en grado sumo. Diríase, pues, que la personalidad se ha acomodado
ya a las circunstancias objetivas. Ej. Es amado el hombre que
"conviene" y no otro. Y conviene no porque responda en todo su
carácter a la esencia oculta de la mujer —de esto nada suele saber ella—, sino
porque en lo referente i su rango social, a su edad, a su fortuna, a su presencia
y a lo respetable de su familia responde a todas las exigencias razonables.
EL TIPO INTROVERTIDO
La disposición general
de la conciencia: se diferencia el tipo introvertido del extravertido en el
hecho de que no se orienta, como éste, sobre todo por el objeto y lo
objetivamente dado, sino por factores subjetivos'. En la mencionada sección se
ha dicho (sub A) que .el introvertido interpone entre la percepción del objeto
y su propio obrar una opinión subjetiva que impide que el obrar tenga un
carácter que responda a lo objetivamente dado. Se trata aquí, naturalmente, de
un caso especial aducido como ejemplo buscando una exposición clara y simple.
Aquí hemos de buscar, naturalmente, formulaciones más generales. La disposición
introvertida ve, ciertamente; las condiciones exteriores, pero elige como
decisivas las determinantes subjetivas. Este tipo-se orienta, pues, según aquel
factor del percibir y el conocer que representa la disposición subjetiva. Ej. Dos personas ven, por ejemplo, el mismo
objeto, pero nunca puede decirse que lo ven de modo que las dos imágenes que de
la visión sean absolutamente idénticas.
EL PENSAR.
El pensar introvertido se orienta en primer término por el
factor subjetivo. El factor subjetivo está por lo menos representado por un
subjetivo sentimiento de orientación que a la postre es el que determina el juicio.
A veces es también una imagen más o menos conclusa la que, hasta cierto punto,
sirve de canon.
Ese pensar puede ocuparse en magnitudes concretas o
abstractas, pero en el momento decisivo se orienta siempre por lo
subjetivamente dado. No conduce, pues, de la experiencia concreta nuevamente a
las cosas objetivas, sino al contenido subjetivo. Los hechos exteriores no son
causa y fin de este pensar aunque el introvertido preste frecuentemente a su pensar
esta apariencia; éste empieza en el sujeto y vuelve al sujeto aunque emprenda
las más vastas correrías por la zona de los hechos reales. Así, en cuanto se
refiere al establecimiento de nuevos hechos, su valor es sobre todo indirecto
al facilitar en primer término nuevos puntos de vista plantea problemas y
teorías, aporta visiones
EL TIPO SENTIMENTAL INTROVERTIDO.
Es en las mujeres en las que principalmente he podido
observar la primacía del sentir. El proverbio de que las aguas quietas calan
hondo conviene a estas mujeres. Suelen ser calladas, con dificultad accesibles,
incomprensibles frecuentemente tras una infantil o trivial máscara. A menudo
son también de temperamento melancólico. No tienen gran apariencia, ni se hacen
notar. Como se dejan guiar sobre todo por su sentimiento subjetivamente
orientado, sus verdaderos motivos permanecen por lo general incógnitos. Al
exterior evidencian esa armonía que no pretende llamar la atención, una
tranquilidad agradable, un paralelismo simpático, que no pretende provocar ni
impresionar y mucho menos coaccionar y alterar al prójimo. Si está algo acusado
este aspecto exterior se hace sentir la sospecha de la indiferencia y la frialdad
que puede recelar incluso la impasibilidad ante las alegrías y las penas del
prójimo.
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