martes, 23 de octubre de 2012

TIPOS 7°


TIPOS
EL TIPO EXTRAVERTIDO
La disposición general de la conciencia es cosa sabida que cada cual se orienta según los datos que el mundo exterior le suministra. Sin embargo, advertimos que esto ocurre de modo más o menos decisivo. Ej. Uno admira al nuevo tenor porque todo el mundo le admira, mientras otro no le admira, no porque le disguste, sino porque cree que lo que todos admiran no es necesariamente digno de ser admirado, ni mucho menos. El primero se orienta según las cosas exteriormente dadas, mientras el segundo se reserva un punto de vista que se interpone entre él y lo objetivamente dado. Pues bien, cuando predomina la orientación según el objeto y lo objetivamente dado, de modo que las más frecuentes y principales decisiones y acciones están condicionadas, no por puntos de vista subjetivos, sino por circunstancias objetivas, cuando esto ocurre, hablamos de disposición extravertida. Si ésta es habitual hablamos de tipo extravertido. Quien así piensa, siente y obra, en una palabra: quien vive directamente de acuerdo con las relaciones objetivas y sus requerimientos, vive de tal manera que evidentemente el objeto representa en su conciencia como magnitud determinante un más importante papel que su punto de vista subjetivo. Claro que tiene opiniones subjetivas, pero su fuerza determinante es menor que la de las condiciones exteriores objetivas.
EL PENSAR:
Consecuente con la disposición extravertida de conjunto se orienta el pensar en el sentido del objeto y de los datos objetivos. De esta orientación del pensar resulta una clara peculiaridad.
El pensar en general se alimenta por una parte en fuentes subjetivas, a la postre inconscientes, y por otra parte se nutre de los datos objetivos transmitidos por las percepciones sensibles. El pensar extravertido está determinado en mayor medida por estos últimos factores que por los primeros, el pensar extravertido en modo alguno necesita ser un pensar de hechos puramente concretos, sino que puede ser muy bien un pensar ideal puramente en cuanto pueda probarse que las ideas con que se piensa, en su mayor parte, son tomadas del exterior, es decir, que se trata de ideas transmitidas por la tradición, por la instrucción, por el proceso educativo.
EL TIPO SENTIMENTAL EXTRAVERTIDO.
En cuanto innegablemente el sentimiento constituye una más evidente peculiaridad de la psicología femenina que el pensar, encontramos los más definidos tipos sentimentales en el sexo femenino.
Cuando el sentir extravertido se atribuye la primacía, hablamos de un tipo sentimental extravertido. Los ejemplos que me vienen a Ja memoria concernientes a este tipo se refieren, casi sin excepción, a mujeres. Este tipo de mujeres vive guiándose por su sentimiento. Este sentimiento, como consecuencia de la conciencia. En casos no extremados tiene el sentimiento una función que ha logrado acomodarse, sometiéndose al control de la conciencia. En casos extremados tiene el sentimiento carácter personal, aunque lo subjetivo haya sido reprimido ya en grado sumo. Diríase, pues, que la personalidad se ha acomodado ya a las circunstancias objetivas. Ej. Es amado el hombre que "conviene" y no otro. Y conviene no porque responda en todo su carácter a la esencia oculta de la mujer —de esto nada suele saber ella—, sino porque en lo referente i su rango social, a su edad, a su fortuna, a su presencia y a lo respetable de su familia responde a todas las exigencias razonables.

EL TIPO INTROVERTIDO
 La disposición general de la conciencia: se diferencia el tipo introvertido del extravertido en el hecho de que no se orienta, como éste, sobre todo por el objeto y lo objetivamente dado, sino por factores subjetivos'. En la mencionada sección se ha dicho (sub A) que .el introvertido interpone entre la percepción del objeto y su propio obrar una opinión subjetiva que impide que el obrar tenga un carácter que responda a lo objetivamente dado. Se trata aquí, naturalmente, de un caso especial aducido como ejemplo buscando una exposición clara y simple. Aquí hemos de buscar, naturalmente, formulaciones más generales. La disposición introvertida ve, ciertamente; las condiciones exteriores, pero elige como decisivas las determinantes subjetivas. Este tipo-se orienta, pues, según aquel factor del percibir y el conocer que representa la disposición subjetiva. Ej.  Dos personas ven, por ejemplo, el mismo objeto, pero nunca puede decirse que lo ven de modo que las dos imágenes que de la visión sean absolutamente idénticas.
EL PENSAR.
El pensar introvertido se orienta en primer término por el factor subjetivo. El factor subjetivo está por lo menos representado por un subjetivo sentimiento de orientación que a la postre es el que determina el juicio. A veces es también una imagen más o menos conclusa la que, hasta cierto punto, sirve de canon.
Ese pensar puede ocuparse en magnitudes concretas o abstractas, pero en el momento decisivo se orienta siempre por lo subjetivamente dado. No conduce, pues, de la experiencia concreta nuevamente a las cosas objetivas, sino al contenido subjetivo. Los hechos exteriores no son causa y fin de este pensar aunque el introvertido preste frecuentemente a su pensar esta apariencia; éste empieza en el sujeto y vuelve al sujeto aunque emprenda las más vastas correrías por la zona de los hechos reales. Así, en cuanto se refiere al establecimiento de nuevos hechos, su valor es sobre todo indirecto al facilitar en primer término nuevos puntos de vista plantea problemas y teorías, aporta visiones
EL TIPO SENTIMENTAL INTROVERTIDO.
Es en las mujeres en las que principalmente he podido observar la primacía del sentir. El proverbio de que las aguas quietas calan hondo conviene a estas mujeres. Suelen ser calladas, con dificultad accesibles, incomprensibles frecuentemente tras una infantil o trivial máscara. A menudo son también de temperamento melancólico. No tienen gran apariencia, ni se hacen notar. Como se dejan guiar sobre todo por su sentimiento subjetivamente orientado, sus verdaderos motivos permanecen por lo general incógnitos. Al exterior evidencian esa armonía que no pretende llamar la atención, una tranquilidad agradable, un paralelismo simpático, que no pretende provocar ni impresionar y mucho menos coaccionar y alterar al prójimo. Si está algo acusado este aspecto exterior se hace sentir la sospecha de la indiferencia y la frialdad que puede recelar incluso la impasibilidad ante las alegrías y las penas del prójimo.

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