SEGUNDO
INTENTO DE SOLUCIÓN: LUIS VILLORO32
Realizar un análisis desde la filosofía
moral para indagar cuáles culturas son éticamente mejores
o preferibles es entrar en el ámbito del deber-ser
que implica por lo menos tres puntos:
1. La adopción de determinadas disposiciones
o creencias,
2. La proyección de ciertas metas o fines y
3. La elección justificada de
actitudes o comportamientos.
Estos tres puntos descansan sobre los supuestos
comúnmente acepta- dos para toda ética, estos son:
1. Comportamientos y
disposiciones conscientes e
intencionales,
2. Justificación, prima
faccie(en principio), de todas o la mayoría de las creencias y disposiciones, metas y actitudes,
etcétera. Y, por último,
3. Deberes y derechos
tanto de los individuos (frente a la comunidad)
como de la comunidad
(frente a otras comunidades).
Sin ellos es imposible
una ética de la cultura.
Ahora bien; independientemente de
los requerimientos
para hacer un análisis y juicio moral de las culturas,
es necesario asumir que toda cul- tura:
1. Hace posible la satisfacción de necesidades,
2. El cumplimiento
de deseos y la realización de fines,
3. Y que esto lo hace posible una cultura respetando la autodeterminación
o libertad de cada miembro de la misma,
4. A la vez
que ofreciendo medios adecuados.
Una vez aclarado
el sentido de moral y cultura, utilizado para el análisis de las culturas, y de cultura, pueden establecerse cuatro principios para identificar y someter a
juicio moral a una cultura. Esto son:
1. Principio de autonomía,
2. Principio
de autenticidad,
3. Principio
de sentido y
4. Principio
de eficacia.
La ventaja
de los cuatro principios es que ayuda a realizar un juicio de una cultura sin hacer una “comparación
denigrante”, o sea frente a otra cultura, sino con los elementos
de la misma cultura.
Para aclarar más esto es necesario explicar
en que consiste cada uno de
los principios
arriba mencionados.
IX. EL PRINCIPIO DE AUTONOMÍA
Una cultura cumple con el principio
de autonomía, cuando las creencias
y valores
son adoptados de una manera intencional y reflexiva.
Esto permiten;
1) Ofrecer una justificación de estas
creencias y valores, 2) Determinar los mejores medios para realizar
en la vida estos valores.
Con relación a esto siempre habrá Deberes de sostener una
postura crítica frente a la propia cultura,
esto es; Derechos, por otro lado, a gozar
esta autonomía.
Lo opuesto a la autonomía es el sometimiento a creencias o la adopción de valores sin intención o reflexión.
X. EL PRINCIPIO DE AUTENTICIDAD
Una cultura cumple con el principio
de autenticidad, cuando los valores y creencias
de la cultura manifiestan los propósitos y actitudes de sus miembros.
Este principio
retoma el sentido de “persona
auténtica” que refiere
a aquel individuo cuyo comportamiento corresponde con sus creencias y éstas, a su vez, con sus necesidades y deseos. La autenticidad es la correspondencia entre valores culturales y los deseos y necesidades de un pueblo.
XI. EL PRINCIPIO DE SENTIDO
Una cultura cumple con el principio de sentido cuando
proyecta fines últimos para la vida de sus miembros. De esta manera,
el principio de sentido le confiere una orientación a la vida
y unidad a la sociedad.
Este principio establece
también “valores preferenciales”, lo que quiere decir que ordena jerárquicamente
los valores respecto del fin último.
XII. EL PRINCIPIO DE EFICACIA
Una cultura cumple con el principio
de eficacia, cuando pone al alcance de sus miembros los medios
para llegar o realizar los fines
propuestos. En este caso, si la sociedad
sostiene valores que pretenden dar un sentido a la vida, pero a su vez no ofrece los medios para realizarlos, entonces
pierden sentido esos valores
y la sociedad carece de eficacia.
XIV. POLÍTICA
CULTURAL Y CONCLUSIONES
El único conflicto
real se presenta dentro de la propia cultura, siendo el
mayor enemigo a vencer la enajenación cultural a través de los medios masivos de comunicación. La mejor política cultural
será aquella que fomente el análisis
crítico de sus valores
culturales con base en los cuatro
principios, evitando, por un lado, el nacionalismo que confunde el carácter autónomo con lo peculiar
o folclórico, y, por otro lado, evitando la aceptación indiscriminada de formas de vida importadas del extranjero.
Una política
cultural tendrá que enfrentar el problema de la hegemonía y el respeto
a las minorías étnicas.
El dilema que se enfrenta es el de incorporar una cultura étnica a riesgo de desaparecerla, o el de respetarla
y dejarla en su
atraso. El respeto a la autonomía y autenticidad de esa
cultura minoritaria sería el primer deber. Luego,
otro deber más sería juzgando su cultura según sus mismos patrones y poniendo a su disposición herramientas para hacer más eficaz su cultura pero sin coaccionarla.
Sólo así se daría la verdadera
integración de las minorías en la nación.
Integración no es sinónimo de homogeneización: integración es poner los elementos para que cada etnia sea auténtica y autónoma en una nación. Por eso habría que garantizarles su fuerza de autodeterminación y propiciando la comunicación.